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Mi pueblo está resuelto a renegar de mi nombre;
    por eso, aunque me invoquen, no los exaltaré.

»¿Cómo podría yo entregarte, Efraín?
    ¿Cómo podría abandonarte, Israel?
¡Yo no podría entregarte como entregué a Admá!
    ¡Yo no podría abandonarte como a Zeboyín!
Dentro de mí, el corazón me da vuelcos,
    y se me conmueven las entrañas.
Pero no daré rienda suelta a mi ira,
    ni volveré a destruir a Efraín.
Porque en medio de ti no está un hombre,
    sino que estoy yo, el Dios santo,
    y no atacaré la ciudad».

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